Si no es mi favorito, La última
pregunta de Isaac Asimov fácilmente
está entre los cinco mejores cuentos que me ha tocado leer. Y no es casualidad.
Este es también uno de los cuentos favoritos del mismo Asimov (publicado por
primera vez en 1956); y vamos que para un tipo que escribió más de 400 libros y
más de una centena de cuentos, vale mucho leer algo que el mismo autor
considera especial en su obra. La última pregunta es una sombra futurista que arranca
en 2061 (a solo 43 años de nuestro hoy) y culmina miles de millones de años
después, en una etapa de la humanidad incomprensible para nuestros cerebros
terrícolas, casi unidimensionales.
No hay que alarmarse. No les estoy contando
ningún final con decirles que el cuento termina en algo que podríamos llamar
eternidad. La eternidad no existe. Hasta el universo podría terminar. Y Asimov
nos lo escupe en la cara a partir de dos patas tomándose un trago y discutiendo
sobre ese supuesto infinito universo.
En 2061, la humanidad ha logrado solucionar el
problema de la energía. Perdón. No la humanidad: Multivac. ¡Multivac! La
gigantesca computadora (en serio, es gigantesca, son kilómetros de kilómetros
de circuitos, ramificaciones digitales suspendidas en éter virtual, en
conocimiento mecanizado autosustentable, retransmitido y digerido en una
monstruosa representación de un dios que ha logrado superar el intelecto humano
y que para él trabaja, a él le sirve, para él vive).
Es una era donde esta titanesca computadora ya
ha logrado brindarle al Sapiens
soluciones para viajes interplanetarios cercanos como a Venus (solo 40 millones
de kilómetros… una galletita). Pero los recursos terrícolas, finitos y ya
escasos, no son suficientes para acallar la eterna sed exploratoria y
colonizadora del hombre. Se necesita demasiada energía para viajes largos (o
sea largos largos, o sea de unos cuantos cientos o miles o millones de millones de años luz) y esa
bolita diminuta y azulada, esa canica de mierda entre tanto cosmos, no es capaz
de generarla por sí misma.
Y Multivac (oh diosa de dioses) logra
solucionar el problema extrayendo y convirtiendo energía del Sol en apta para
impulsar al ser humano hacia todo posible rincón del universo. Y llega la humanidad a este punto de quiebre.
¿Carbón? Pfff. ¿Uranio? ¿Para qué? “¡Energía infinita!”, dice uno de los dos
patas, meros asistentes de Multivac (porque Multivac no tiene operadores, ni
mecánicos, ni programadores. Es vida propia. Solo necesita que le hagan
preguntas de cuando en vez para echar a andar sus millonésimos circuitos y tal
vez que le rasquen la espalda de cuando en vez). ¿Infinita? ¿Es posible que el
sol se apague? ¿Es posible que todos los soles del universo terminen opacos y
muertos en el fin de la infinitud cósmica?
Aquí pues, se llega a la pregunta. ¿Puede
disminuirse o detenerse la entropía del universo? ¿Puede detenerse este caos
perfecto y estabilizar el cosmos para hacerlo eterno? ¿Puedes, carajo Multivac,
hacer que no mueran las estrellas? Y Multivac medita la respuesta… durante
miles de millones de años, en los que vemos pasar a esta diminuta humanidad en
distintos estados de mente y cuerpo, hermosa, ¿infinita?
Multivac y su respuesta. Buscó la solución durante miles de millones de años. |
Con un final sobrecogedor, La última pregunta es más que cuento sobre una máquina. Mucho más.
Es una enseñanza de humanidad, de eternidad, hasta religiosa, apocalíptica. Es
un cuento que he hecho leer a mucha gente que estimo, y más de una vez he visto
reacciones muy acordes a ESE final tan pero tan duro, opresivo, espectacular.
No se vayan al otro mundo sin leerlo. Les dejo este enlace donde está colgado un pdf. No sé si sea la mejor traducción, pero es
lo que encontré y la verdad que siempre será algo que vale la pena leer y
releer.
Este cuento merece ocho de ocho Vernes. Ni uno más ni uno menos.
He leído La última pregunta siguiendo tu recomendación y he quedado estupefacto y algo que podría ser entre asustado y dubitativo. La inteligencia de Asimov para llegar a la de Multivac y su frase final es un hilo de conducción lógica que no nos da escapatoria más que a un profundo despojo. Pocas veces en alguna de las artes una obra ha provocado algún tipo de reacción inolvidable en mí y esta es una de esas. Bien ganados sus ocho Vernes. Gracias Asimov y gracias don Rafael por compartir este "review" y esta obra.
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